Con estas palabras, el escritor Stendhal, en el prefacio de su novela La cartuja de Parma, alaba su local preferido, el Caffè Pedrocchi, conocido también como “El café sin puertas” porque, hasta 1916, se mantenía abierto las veinticuatro horas del día; también para los estudiantes universitarios sin dinero, que podían sentarse con un vaso de agua y un periódico en la Sala Verde (de aquí viene, al parecer, el dicho italiano “essere al verde” [estar al verde o en el verde]”, equivalente a “estar sin blanca”).
Lugar de encuentro de intelectuales, artistas, aristócratas y burgueses, local refinado y elegante, icono y mito. Junto a los venecianos Florian y Quadri, el Caffè Pedrocchi es uno de los escenarios de la historia cultural, social y política véneta e italiana.
Fue a principios del siglo XIX cuando Antonio Pedrocchi decidió ampliar la tienda de café de su padre, adquiriendo uno a uno los locales contiguos, para después presentar al ayuntamiento, en 1826, su proyecto de construcción de un edificio con espacios para la torrefacción y preparación del café, para la “conservación del hielo” y para el despacho de bebidas. La idea era crear un complejo de aspecto elegante y prestigioso, en estilo neoclásico, y pensó en el por aquel entonces célebre arquitecto Giuseppe Jappelli. Y así surgió en pleno centro de Padua el que debía ser “el café más bello de la Tierra”, inaugurado en 1831, al cual se sumó, en 1836, el Pedrocchino, la refinada ala neogótica reservada a la repostería.
Este mítico local se distinguió enseguida por la acogida ofrecida a cada persona que cruzase el umbral: cualquiera podía sentarse en sus mesas, sin necesidad de pedir nada, y leer los periódicos. A las mujeres se les regalaban flores y, en caso de lluvia, a los clientes se les prestaba un paraguas.
Entrar en el Pedrocchi es emprender un emocionante viaje por la historia. Las diez salas de la planta superior están decoradas en estilos diversos, siguiendo un recorrido ideal y nostálgico por las civilizaciones de la época, en pleno estilo romántico decimonónico. No faltan, además, imágenes y decoraciones que remiten a la simbología masónica.
A lo largo de los años el Café ha contado con la presencia de los literatos e intelectuales más brillantes, como Eleonora Duse, Filippo Tommaso Marinetti, Gabriele D’Annunzio, Honoré de Balzac y el ya citado Stendhal, junto a estudiantes, políticos, profesores y patriotas. En la Sala Blanca, además de la placa en memoria de Stendhal, encontramos también el agujero en la pared causado por un disparo de fusil en 1848, año de las revueltas del Risorgimento contra el ejército del Imperio austrohúngaro.
La planta principal alberga actualmente el “Museo del Risorgimento e dell’Età Contemporanea” (Museo del Resurgimiento y de la Edad Contemporánea). Y en la Sala Roja, núcleo central del edificio, encontramos todavía el mostrador original confeccionado a partir de un diseño de Jappelli.
Reservad un momento para soñar con los ojos abiertos, sentados cómodamente en una de las mesas de este histórico local, rodeados de la belleza de los ambientes y degustando las especialidades de la casa, absolutamente imprescindibles: el famoso “caffè Pedrocchi alla menta” (café Pedrocchi a la menta) y el “zabaione Stendhal” (sabayón Stendhal).