Amplias extensiones de campos, interrumpidas aquí y allá por campanarios y villas antiguas, conforman el paisaje al sur de Padua. Ríos y canales atraviesan la quietud de un territorio en el que los rumores y los aromas de otros tiempos nos mecen, como nos mecía la abuela cuando éramos pequeños.
La comarca de la Bassa Padovana, delimitada al norte por las Colinas Euganeas y al sur por el río Adigio, es una tierra con aroma a antigüedad. Aquí el tiempo transcurre más lento, en plena armonía con los ritmos de la naturaleza y la agricultura. Lejos del estruendo sensorial de la ciudad aún logramos enamorarnos, como cuando éramos niños, de los colores y los olores de las estaciones.
La tierra y el agua son los anfitriones en esta comarca donde la agricultura es la gran protagonista.
Y el agua reinaba en la zona, en su tiempo un pantano compuesto de charcas, pozas y densa vegetación salvaje, donde hoy encontramos el pueblo de Conselve. Este territorio está habitado desde el Neolítico y los primeros documentos donde aparecen referencias a él se remontan al año 954: en ellos se menciona “Caput Silvae” y “Caput Silvis”, indicando un asentamiento desarrollado en el linde de una zona boscosa.
El agua se encuentra a menudo en los nombres de algunos pueblos de la zona, como Bagnoli, que se deriva de “balneoli”, recordando que, en un pasado lejano, en esta zona de la Llanura Padana había una inmensa masa de agua. Debemos esperar hasta la época medieval para ver un saneamiento del territorio; en esta época se edificaron más de setenta castillos, con fortalezas, murallas, torres, fosos y diques, en torno a los cuales se desarrollaron nuevos núcleos sociales. El topónimo Bagnoli di Sopra recuerda el hecho de que el núcleo habitado se encontraba en un nivel superior respecto al resto del terreno, cubierto de pantanos. Anguillara Veneta, otro pueblo de la zona, recuerda en su nombre la antigua práctica de pescar anguilas en el río Adigio, animal que encontramos también en el escudo municipal.
Los municipios que forman parte de esta zona son, además de Anguillara Veneta y Bagnoli di Sopra, Conselve, Agna, Cartura, Pernumia, San Pietro Viminario y Tribano.
Los trabajos de saneamiento de esta área pantanosa continuaron durante siglos, hasta finales del XIX. En particular, los años del dominio veneciano representaron para estas tierras un periodo de gran esplendor desde un punto de vista económico, gracias, precisamente, a las acciones de saneamiento de las zonas pantanosas.
La época de la Serenísima República de Venecia fue un periodo próspero y feliz desde todos los puntos de vista. El saneamiento de los terrenos mejoró la productividad de las tierras, y los venecianos acaudalados embellecieron el territorio con villas espléndidas, algunas de las cuales todavía siguen en pie y pueden visitarse.
Si quieres explorar estas tierras, déjate llevar por el “Stradon del Vin Friularo”, una ruta de origen romano que toma el nombre de la variedad de uva autóctona, el Bagnoli Friularo. Según una hipótesis, Friularo se deriva del latín “frigus”, frío, porque su uva se vendimia en la segunda mitad de noviembre, cuando las temperaturas son ya bastante bajas.
La Bassa Padovana es una tierra de otros tiempos, un lugar en el que dejarse ir, olvidando la modernidad, volviendo a la infancia y redescubriendo nuestro estrecho vínculo con la naturaleza. Una tierra, la del campo véneto, cuyos ambientes reverberan en los textos de Goffredo Parise, Antonio Fogazzaro y Andrea Molesini.
Una tierra que seduce y permanece dentro de uno, con sus colores, sus estaciones, sus sabores. Y que nos recuerda que formamos parte de algo más antiguo: más antiguo que los edificios, que las carreteras asfaltadas, que el caos de la ciudad, que el estrés moderno. Algo que, de vez en cuando, en algunos lugares mágicos como este, encontramos de nuevo contemplando el color pardo de la tierra y el azul del cielo.