Padova Urbs Picta –”ciudad pintada” en español– ha sido incluida en la World Heritage List, la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. No se trata de un único lugar, sino de un “sitio serial” que se desarrolla en cuatro zonas del centro histórico de Padua.
Ocho son los edificios que custodian la preciosa serie de frescos del siglo XIV: la Capilla de los Scrovegni, la iglesia de los Santos Felipe y Santiago o de los Eremitas, el Palazzo della Ragione, la capilla de la Reggia Carrarese, el Baptisterio de la Catedral, la Basílica y convento del Santo, el Oratorio de San Jorge y el Oratorio de San Miguel.
Los grandes ciclos de frescos paduanos representan un ejemplo único en el mundo de un sistema con un valor universal excepcional, en una zona donde la tradición de la pintura mural al fresco tiene raíces antiguas y que vivió su momento de máximo esplendor en el siglo XIV.
Estas pinturas, aunque fueron realizadas por artistas distintos cumpliendo encargos diferentes y se pintaron en el interior de edificios con diversas funciones, constituyen un conjunto unitario por su naturaleza y su técnica.
Todo comienza en 1302, cuando Giotto llega a Padua y plasma en la ciudad un nuevo lenguaje artístico que abre un extraordinario periodo artístico-cultural que proseguirá durante todo el siglo XIV. Lo protagonizan los mayores pintores de la época −Giotto, Guariento di Arpo, Giusto de’ Menabuoi, Altichiero da Zevio, Jacopo Avanzi y Jacopo da Verona−, que en el interior de edificios religiosos y civiles, públicos y privados, pintan al servicio de familias ilustres, del municipio, del clero y, en particular, de la Señoría de los Carraresi.
Desde principios del siglo XIV hasta 1397 se crean pinturas de extraordinaria belleza, un patrimonio único en el mundo que aún tenemos la posibilidad de admirar en la actualidad.