El itinerario que une Padua y las Colinas Euganeas con la Laguna de Venecia sigue una antigua vía fluvial que en su tiempo recorrían los barcos de carga, llamados “burci”, que navegaban repletos de mercancías como la traquita de las Colinas Euganeas, la sal de Chioggia y el azúcar de Pontelongo.
Desde Padua se llega hasta Chioggia y la Laguna de Venecia en un itinerario inolvidable. Para el primer tramo, de Padua a Bovolenta, pueden seguirse dos trayectos alternativos. El primero discurre al pie de las Colinas Euganeas y se desvía hacia el mar desde el centro de Battaglia Terme; el segundo sigue el curso del canal Roncajette. En Battaglia Terme se dejan atrás los marcados perfiles de las Colinas Euganeas y se apunta con decisión hacia oriente, siguiendo el curso sinuoso del canal Vigenzone. Durante el recorrido llaman la atención las piedras blancas numeradas y clavadas en el suelo, los puentes de mampostería, los originales guardacantones en piedra y un gran número de villas vénetas. Estas señales revelan la existencia de una antigua vía de agua importante para la navegación fluvial. Los nombres de los pueblos también recuerdan a esta civilización de las aguas: Gorgo (pequeño espejo de agua) y Bovolenta (remolino de agua). El siguiente pueblo, Pontelongo (puente largo), debe su desarrollo a la presencia de una gran azucarera construida en el siglo XIX y todavía activa. La sede municipal es la hermosa Villa Foscarini Erizzo, recientemente restaurada.
Tras dejar atrás el pueblo del azúcar, se llega al de las cortes benedictinas: Correzzola. Una pasarela metálica permite alcanzar la Corte Benedictina, construida en el siglo XVI por los monjes, y la iglesia parroquial dedicada a San Leonardo. En estas tierras, los benedictinos desarrollaron una intensa lucha contra las ciénagas y, una vez finalizado el trabajo de saneamiento, construyeron casas rurales características con establo, pajar y granero para impulsar la agricultura. De estas construcciones aún se mantienen en pie unas sesenta y muchas conservan todavía el nombre del santo al que están dedicadas.
A continuación, se retoma la vía elevada en la orilla izquierda; al cabo de pocos kilómetros, cerca de Castelcaro, un cartel informativo revela que, en el lugar donde hoy se alza un oratorio, en el siglo XIV los Carraresi habían construido un puesto militar para proteger su “ruta de la sal”. Chioggia, que dista ya pocos kilómetros, poseía en la Edad Media una de las salinas más importantes del Mediterráneo. En el último tramo el paisaje cambia notablemente: las extensiones de campos surcados por una densa trama de fosos y canales dejan paso a la superficie plana y reluciente de la laguna, de la que emerge el centro histórico de Chioggia, meta final de nuestro itinerario.