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Elogio a Petrarca

El poeta vivió en las Colinas Euganeas en sus últimos años

Personajes

A pocos kilómetros al suroeste de Padua, engastado en las Colinas Euganeas, se alza uno de los pueblos más bonitos de Italia, cuyo nombre rinde homenaje a su residente más famoso, que pasó aquí sus últimos años de vida.

Arquà Petrarca conserva todavía la atmósfera fascinante del típico burgo medieval, y debemos remontarnos precisamente a la Baja Edad Media para ubicar a uno de sus huéspedes más ilustres, uno de los grandes autores de la literatura italiana: Francesco Petrarca.
El vínculo de Petrarca con la región patavina se remonta al periodo de dominio de los Carraresi, una de las épocas más felices en la historia de Padua. Artistas, literatos y científicos de toda Europa se vieron atraídos por la vivacidad cultural de la ciudad, que entonces ya contaba con una de las universidades más prestigiosas del continente.

La primera vez que Petrarca visitó Padua fue en 1349, por invitación de Jacopo II da Carrara. El escritor tenía 45 años y ya era apreciado en toda Europa como historiador, filósofo y poeta. Pretendido por las cortes del norte de Italia, vivió su coronación como poeta en Campidoglio, Roma, en 1341, reconocimiento que lo ha hecho pasar a la historia como el “poeta laureado” por excelencia.
En Padua, Petrarca recibió una canonjía en la catedral con un salario anual de 200 ducados de oro y una casa que aún puede verse en Via Dietro Duomo, 28. Fue el comienzo de un vínculo con la ciudad que jamás se interrumpió, pues se mantuvo hasta su muerte.
En los años siguientes el literato no se quedó en la ciudad, sino que continuó su peregrinación, regresando ocasionalmente por las obligaciones de la canonjía y la gran consideración de los señores de Carrara. Francesco, hijo de Jacopo, también mantuvo la relación con Petrarca, convocándolo a la ciudad en 1350 con motivo del traslado del cuerpo de san Antonio al sepulcro en el que está sepultado actualmente.
El poeta, en honor de Jacopo II, compuso un sentido epitafio para su tumba que aún podemos leer en la iglesia de los Eremitani:
“Ahi casa angusta per un uomo grande! Sotto il tuo breve marmo, leggendo di questa rovina della città, unisci alle lacrime le tue preghiere”. [“¡Ay, casa angosta para un gran hombre! Bajo tu breve mármol, leyendo sobre esta ruina de la ciudad, une a las lágrimas tus plegarias”].

En 1361 Petrarca regresó a Padua para establecerse definitivamente, pero al año siguiente la epidemia de peste le obligó a trasladarse a Venecia, donde se instaló en Riva degli Schiavoni. No obstante, durante sus siete años venecianos siguió recibiendo invitaciones de la ciudad patavina, hasta que decidió regresar. Aquí tenía su canonjía y su residencia, que alberga su nutrida biblioteca, y a sus amigos literatos, entre los que destacan Giovanni Dondi, el maestro de gramática y retórica Pietro Da Moglio, el pintor Guariento y el literato Lombardo Della Seta, su fiel secretario.
“Aquí, en Padua, estoy seguro de ser querido”, confiesa a su amigo Matteo Longo. Aquí pasa felizmente el último periodo de su vida, trabajando en África, el Cancionero y Los Triunfos y retomando el De viris illustribus.

En la ciudad encontramos dos estatuas dedicadas a Petrarca, una en Prato della Valle y otra en la plaza homónima. Al gran poeta le rinde homenaje, además, la histórica asociación deportiva fundada por los jesuitas del Antonianum, que obtuvo grandes resultados en los deportes del vóleibol, la esgrima, el baloncesto y sobre todo el rugby.

Los últimos años de vida de Petrarca trascurren en paz y serenidad en la casa de Arquà, cedida por su amigo Francesco da Carrara tras sufrir varios achaques, un refugio inmerso en la verde naturaleza véneta donde poder cuidarse. Es aquí donde Francesco Petrarca, al límite de su salud, recibió a amigos y familiares y se dedicó al estudio y la escritura, siempre en contacto con sus queridos Carraresi. Y es aquí donde, en la noche del 18 al 19 de julio de 1374, fecha en la que cumplía setenta años, falleció el gran poeta.
Su casa en Arquà, que hoy forma parte del sistema museístico paduano, puede visitarse y es uno de los destinos favoritos de turistas y amantes de la poesía.

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