(Venezia, 5 giugno 1646 – Padova, 26 luglio 1684)
25 de junio de 1678, capilla de la Virgen de la Catedral de Padua. Son las nueve de la mañana de un sábado de principios de verano y un público nutrido asiste al debate para la entrega del Doctorado en Filosofía a Elena Lucrezia Corner Piscopia, hoy en día reconocida como la primera mujer licenciada de la historia.
La muchacha es la quinta de los siete hijos de Giovan Battista Corner, miembro de una de las familias más importantes de la nobleza veneciana, y Zanetta Boni, una mujer de origen humilde. Es muy probable que haya sido el padre quien incentivó la erudición de Elena, tras haber percibido sus destacadas cualidades intelectuales.
En aquella época, como puede imaginarse, no era habitual que una mujer tuviese la posibilidad de acceder a la cultura y dedicar su vida al estudio. El padre, gracias a sus importantes conexiones derivadas de su posición social, le ha proporcionado siempre los mejores profesores del momento, como el teólogo Giovanni Battista Fabris, el latinista Giovanni Valier, el experto en griego Alvise Gradenigo, el profesor de teología Felice Rotondi y el rabino Shemel Aboaf. Elena estudió hebreo, español, francés, árabe y arameo, profundizando simultáneamente en sus conocimientos de música, retórica, dialéctica y filosofía.
Además de un profundo interés por los estudios, Elena poseía una sincera vocación religiosa que la llevó a convertirse en oblata benedictina a la edad de diecinueve años. La joven deseaba obtener el doctorado precisamente en teología, pero el obispo de Padua y rector de la universidad en aquel momento, el cardenal Gregorio Barbarigo, se opuso con firmeza a la solicitud, permitiéndole, principalmente por la insistencia del padre, licenciarse en filosofía. «Es un despropósito doctorar a una mujer», sostenía Barbarigo.
En cualquier caso, Elena, licenciada en Filosofía, no pudo dedicarse a la enseñanza. Lo que hoy cuenta, sin embargo, es recordarla por su gran victoria, un pequeño hito en la historia de la emancipación femenina, aunque tuvieron que pasar muchos años antes de que otra mujer se licenciara en Italia (Laura Bassi, en 1732).
Tras el doctorado, Elena se trasladó de Venecia a Padua, al precioso Palazzo Corner, del que forma parte el actual Museo «Loggia e Odeo Cornaro». Sus últimos años en Padua fueron de intenso estudio y pruebas ascéticas, hasta el punto de que su salud se agravó. Falleció el 26 de julio de 1684 y fue sepultada en la iglesia de Santa Justina.
En el Palazzo Del Bo, sede de la universidad patavina, y en la Basílica de San Antonio se la recuerda mediante una estatua y un busto dedicados a ella. Un buen número de calles y colegios, en el Véneto y el resto de Italia, llevan su nombre, así como un cráter en el planeta Venus: el cráter Piscopi.