Pocos paduanos tienen una percepción objetiva del valor de Padua como ciudad del arte. Quizá también con una pizca de suerte, que nunca viene mal. El gran Andrea Mantegna, por ejemplo, nació en la provincia de Padua (en Isola di Carturo, ahora denominada Isola Mantegna), pero apenas a un kilómetro y medio –metro más, metro menos– de la de Vicenza. No son más que dos minutos en coche. O, como no existía este medio de transporte en el siglo XV, digamos que unos diez minutos en carroza.
No menos importante desde este punto de vista es otro Andrea, Palladio. En este caso, la «paduanidad» se mide según los años, en lugar de los kilómetros. El fenomenal arquitecto del siglo XVI nació efectivamente en Padua, en el céntrico barrio de Borgo della Paglia (véase la placa en Via Rogati), trasladándose a Vicenza a la edad de 8 años. Moraleja: Mantegna por un kilómetro y medio, y Palladio por 8 años, han regalado a la ciudad del Santo dos artistas de talla mundial cuya contribución ha sido fundamental para situar a Padua en el máximo nivel internacional en el campo del arte.
Si a estos dos «monstruos sagrados» les sumamos Giotto, Giusto de’ Menabuoi y Donatello, ya tenemos listo al equipo artístico principal.
La famosa Urbs picta, declarada Patrimonio Mundial de la UNESCO en el verano de 2021 (sumándose así al Jardín Botánico, el jardín botánico universitario más antiguo que no ha cambiado nunca de sede, de 1594), representa el tesoro más prestigioso e importante de Padua en lo que respecta al siglo XIV.