Este itinerario no tiene un recorrido predefinido, ya que reagrupa temáticamente los lugares más importantes de la ciudad desde el punto de vista histórico. Todo el itinerario se encuentra en la zona de tráfico limitado y puede recorrerse fácilmente a pie.
Desde Paflagonia hasta la edad imperial
Según la leyenda, la fundación de Padua debe atribuirse a Antenor, noble caballero de los enetos de Paflagonia, aliados de Troya en la guerra contra Grecia, citados por Homero en la Ilíada. Tito Livio retoma esta leyenda para certificar el origen paralelo de Padua y Roma, que son por ello aliadas naturales. En efecto, el vínculo entre Padua y Roma fue especialmente relevante en el momento en el que las ciudades se aliaron para afrontar el peligro común de los galos, que ejercían presión desde el norte. Por tanto, nuestro itinerario parte de Piazza Antenore, donde encontramos la tumba que, hasta que se realizó un estudio científico, se suponía la tumba del mítico fundador. En la misma plaza encontramos también un testimonio de la situación de Padua en la época romana: el Ponte San Lorenzo es uno de los numerosos puentes que atraviesan los brazos del Brenta y el Bacchiglione que se adentraban en la ciudad, facilitando el transporte de mercancías, pero a la vez dificultando la vida en la ciudad debido a las inundaciones que provocaron cambios radicales en la morfología del territorio. Durante la edad imperial, Padua era la tercera ciudad más importante después de Roma y Cádiz, contaba con una arena para los espectáculos, un Circo Máximo y un teatro (el Zairo) en la zona donde ahora se encuentra el Prato della Valle, varios puertos y una próspera producción artesanal. En la zona que va del Canton del Gallo (la intersección entre Via San Francesco y Via VIII Febbraio/Via Roma) hasta el Palazzo Moroni se encontraban las termas, mientras que, si seguimos a lo largo del Liston peatonal, desde Piazza Cavour hasta Piazza Garibaldi se extendía el foro. En Piazza Garibaldi, coronada por la Madonna dei Noli, podemos ver la única columna que ha sobrevivido del que debía ser un foro digno de la importancia de esta ciudad. La segunda parada de este itinerario es la Arena romana, de la que pueden admirarse los restos que escaparon a la demolición llevada a cabo por los paduanos durante el medievo para obtener material de construcción. Junto a la Arena se encuentra la entrada de los Museos de los Eremitani, que reúnen testimonios de la civilización euganea y de los vénetos (llegados precisamente de Paflagonia), del periodo romano y de la historia de la ciudad, además de una importante pinacoteca.
La explosión artística
Con la visita a la imperdible Capilla de los Scrovegni pasamos al periodo de pleno renacimiento de la ciudad. La caída de Roma marcó el inicio de un periodo especialmente difícil para Padua: asolada por los hunos, entra en el área de influencia de Bizancio, que se enfrenta con los godos, y finalmente los lombardos de Agilulfo arrasan por completo la ciudad. Los paduanos que se salvan huyen a las islas de la laguna de Venecia, dando origen, junto a otros prófugos, a la célebre ciudad de los canales, o bien encuentran refugio en Monselice. La ciudad permanece abandonada durante siglos, hasta que regresan el obispo y varias comunidades monásticas: benedictinos y agustinos, y más adelante carmelitas y franciscanos. Después llega un periodo floreciente pero complicado en el que se afirma la identidad comunal, pero al tiempo se combate contra las ciudades vecinas, que tratan de expandirse. Y las luchas son asimismo intestinas, entre seguidores de la división del poder temporal y espiritual y los defensores de la primacía del papado sobre el imperio. Medra el debate cultural, favorecido también por la fundación de la universidad, medran las obras de construcción y decoración de los edificios religiosos, medra la actividad de los artesanos y medran los comercios. Y con los comercios llegan los bancos, las deudas y los prestamistas. Prestar dinero con intereses se consideraba en aquella época un pecado mortal para un cristiano, porque suponía aprovecharse de la situación de necesidad de otro ser humano. Para pedir perdón por los pecados de su padre, Enrico Scrovegni mandó construir en el terreno de la Arena una capilla dedicada a la Virgen de la Anunciación y encargó la decoración al artista más famoso y revolucionario de la época, Giotto di Bondone. Así arranca el siglo XIV en Padua: una ciudad boquiabierta por esas imágenes tan reales que quitan el aliento. Pero también se está completando la Basílica del Santo, la «fábrica de Santa Justina» siempre está activa y se ha iniciado la iglesia de los Eremitani, justo al lado del terreno de los Scrovegni. Y acaba de concluirse el Baptisterio de la Catedral, que reservará otras maravillas para los paduanos con los frescos de Giusto De’ Menabuoi; después llegará Squarcione con su escuela, de la que saldrá un discípulo que superará al maestro, Andrea Mantegna.
La lucha por la independencia
Sin embargo, retrocedemos un poco y volvemos al Bo, la universidad, que desde sus inicios destaca por el alto nivel de debate intelectual que atrae a estudiantes de toda Europa, el interés por el intercambio con las otras escuelas que empiezan a crearse y la apertura de su organización. De hecho, la universidad está organizada y dirigida por los estudiantes, que comparten el coste de las salas, los materiales y la manutención de los profesores para disfrutar del placer y el privilegio de aprender de las mentes más brillantes. Está abierta a todos, cristianos y no cristianos, y se puede discutir sobre cualquier tema: el imperativo es aprender e innovar. Esto sucede, como decíamos, al mismo tiempo que en la ciudad hierve el debate entre güelfos y gibelinos. Del debate a la acción hay un paso muy pequeño (como ocurrirá 600 años después, cuando los estudiantes paduanos guiaron la revuelta contra el dominio de los Habsburgo durante los motines del Risorgimento de 1848): los Dalla Scala o Scaligeri de Verona primero, y la familia de los Ezzelini, señores de Romano, después, arrastran a Padua a guerras y batallas durante casi un siglo y medio, hasta que Ezzelino III invade la ciudad en 1237. Su gobierno es duro e inflexible, demostrando plenamente la crueldad de la época, hasta el punto que se ganará el sobrenombre de «el Terrible». La familia será derrotada definitivamente unos veinte años después, dando paso a debates acalorados y luchas intestinas entre las familias rivales que, sin embargo, no impidieron que la ciudad siguiera creciendo. El Gran Consejo de la ciudad se celebra siempre en el Palazzo della Ragione, el «Salone» (el Salón), entre las plazas más importantes de la ciudad, donde toda Padua se reúne todavía en la actualidad para vender y comprar, discutir de política y hablar de asuntos privados. Las luchas intestinas llegarán a su fin con la llegada de la familia de los Da Carrara, que crea las condiciones de paz y continuidad que permiten a Padua alcanzar su máximo esplendor. Ubertino manda construir un suntuoso palacio en pleno centro de la ciudad, la Reggia Carrarese, de la que hoy en día solo quedan unos pocos elementos. En 1405 Venecia logra derrotar a Francesco Novello y conquistar Padua; desde ese momento, la ciudad sigue las órdenes de la Serenísima República de Venecia.