El 8 de febrero, en los años cincuenta, con motivo de la fiesta de las matrículas para rememorar la revuelta estudiantil de 1848 contra el dominio austriaco frente al Bo y el Palazzo Moroni, sede del ayuntamiento, en mitad de la calle (con circulación en los dos sentidos, autobuses incluidos) se desarrollaba una furiosa batalla con polvos de talco ante un pequeño fortín construido especialmente para el evento. Por supuesto, el tráfico quedaba atascado, pero nadie protestaba, sino todo lo contrario.
De aquella despreocupada goliardía quedan solamente los papiros que se exponen antes de la licenciatura: textos y dibujos profanos que cuentan, también de manera jocosa y procaz, la vida del estudiante.