Padua para beber

La copa de vino como aperitivo social. Y una calidad en continuo crecimiento

Bebida
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Muchas personas de fuera de Padua lo notan, pero los residentes de la ciudad del Santo no suelen ser conscientes: cuando dos amigos se encuentran en el bar a la hora justa, la cuenta no se divide.

La primera ronda la ofrece uno, y la segunda la paga el otro. Y aunque casi nunca termina 1-1, es decir, con una copa por cabeza, siempre se respeta espontáneamente el criterio de «uno cada vez». Una simpática tradición, favorecida por la atmósfera familiar de los distintos lugares de encuentro (las plazas, Sotto il Salone, etc.).

El valor social de beber en compañía no sabe de crisis, y va de la mano con el aumento notable de los vinos y los destilados locales.

Merlot, Cabernet, Cabernet Franc, Sauvignon, los distintos Fior d’Arancio, el Moscato de Vignalta (entre los mejores del mundo), la finca Montecchia del conde Giordano Emo Capodilista, Ca’ Lustra de Zanovello, el Vin Friularo de Dominio di Bagnoli y la Cantina di Conselve son solo algunos de los nombres más destacados, pero la lista es larga.

En la llanura al sur de Padua comienza el itinerario enoturístico «Stradon del Vin Friularo», que conecta las localidades más significativas de la DOC Bagnoli y atraviesa un hermoso territorio rural, entre campos verdes y mil cauces de agua.

Una ruta de origen romano que aparece citada por primera vez en un documento de 1774, donde hay una referencia directa al «Stradon Friularo», por el nombre del vino elaborado en esta zona. Variedad autóctona de la familia del Raboso, este vino tinto era tan bueno que fue elogiado incluso por Ruzzante y Carlo Goldoni.

Entre los destilados, destaca la empresa Luxardo, famosa en todo el mundo por el Maraschino y el Sangue Morlacco, y entre los aperitivos, el mítico Aperol, presentado por los hermanos Barbieri en la primera edición de la Feria Campionaria de Padua en 1919. Sin olvidar el Vov Pezziol, a base de huevo.

Y qué decir de las grappas (en dialecto paduano, «graspa») que están obteniendo reconocimiento a nivel internacional, como la «Of» de Bonollo elaborada en Mestrino como Amarone Barrique, la revolucionaria añada de seis estrellas, más allá de los límites del lujo.

Se acabaron los tiempos en los que, en cuanto el cliente se sentaba a la mesa, el camarero preguntaba apresurado «bianco o nero?» (¿blanco o tinto?), refiriéndose al tipo de vino a escoger, evidentemente, al azar, sin pensar en el maridaje con la comida.

La carta de vinos se encuentra ahora al mismo nivel que la carne, el pescado y todo lo que busca la excelencia. Dando la razón a aquel francés al que le gustaba afirmar que «la felicidad pasa por el estómago».

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