Los santos de Padua

Antonio, Prosdócimo, Daniel y Justina, pero no solo ellos

Fe
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Pocas personas saben que Padua no tiene uno, sino cuatro santos patrones: san Antonio, san Prosdócimo, san Daniel y santa Justina. Pero, además de ellos, los peregrinos acuden a la ciudad para venerar las reliquias de muchos otros santos.

El más conocido en todo el mundo es san Antonio, de origen portugués, que pasó en Padua los últimos días de su vida, en la primavera de 1231: hospedado por el conde Tiso en Camposampiero, en un sencillo refugio sobre un gran nogal donde ahora se alza el Santuario del Noce. Subido a un carro tirado por bueyes, el 13 de junio pidió ser trasportado a Padua: en Arcella susurró sus últimas palabras: «Veo a mi Señor». Aquí se erigió el Santuario Antoniano, etapa del Camino que hoy en día se extiende por toda la península y que tiene como piedra angular la Basílica del Santo.

Según la tradición, san Prosdócimo vivió en el siglo I y, como discípulo de san Pedro, fue nombrado primer obispo de Padua y evangelizador en muchas zonas del Véneto. Habría muerto en Padua en edad provecta en torno al año 100; sus reliquias se veneran en el santuario que lleva su nombre en el interior de la Basílica de Santa Justina, a quien él mismo convirtió y bautizó. La iconografía lo representa con el báculo pastoral y con una jarra, símbolo del bautismo.

Santuario de San Prosdócimo en Santa Justina
Santuario de San Prosdócimo. Basílica de Santa Justina

La figura de san Daniel es bastante misteriosa: quizá fue diácono y probablemente murió en las persecuciones de Diocleciano, en el siglo IV. Sus reliquias yacían junto a muchas otras bajo el suelo de la Basílica de Santa Justina, pero fueron escondidas durante las incursiones bárbaras y después cayeron en el olvido. Entonces, el santo se le apareció a un ciego en Tuscia (Etruria) y le dijo que fuera a rezar al oratorio paduano de san Prosdócimo, donde estaban sus reliquias, y le devolvería la vista. El milagro se cumplió y rápidamente comenzó la búsqueda, que enseguida sacó a la luz el sepulcro donde yacían sus restos. Corría el año 1076 cuando el obispo Ulderico decidió trasladar las reliquias a la catedral, ya dedicada a la Asunción. Era el 30 de enero de 1076, y en un arrebato, a la altura de la actual Via Umberto I, san Daniel oscureció el cielo, que se volvió sombrío y amenazador, e hizo que el sepulcro que contenía sus restos se volviera tan pesado que no pudo ser transportado: aquí es donde se alza hoy en día la iglesia de San Daniel, por desgracia sin sus reliquias.

Santa Justina pertenecía a una familia paduana distinguida y nunca abjuró de la fe cristiana. Sorprendida por los soldados en Pontecorvo y llevada ante Maximiano, fue muerta con la espada el 7 de octubre de 304. Sobre su tumba, en el interior de la Basílica de Santa Justina en el Prato della Valle, se erigieron sucesivamente tres basílicas, y aquí encontramos los cuerpos de muchos otros santos: el ya citado san Prosdócimo, san Máximo, san Urio, el beato Arnaldo de Limena, abad de Santa Justina, santa Felicidad, san Julián mártir y las reliquias del apóstol san Matías. Pero la reliquia más significativa se atribuye a san Lucas Evangelista, custodiada en el transepto de la izquierda de la actual Basílica.

Basílica de Santa Justina, Corredor de los mártires
Basílica de Santa Justina, Corredor de los mártires

No muy lejos del Prato della Valle, en Piazzale Santa Croce, se alza la venerada Iglesia de la Transfiguración, más conocida como Santuario de San Leopoldo Mandic, padre capuchino que residió en Padua desde 1909 hasta su muerte en 1942. Lugar de devoción y peregrinaje, fue víctima de los bombardeos de 1944: solo el confesionario de San Leopoldo se libró milagrosamente del trágico suceso.

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